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La esperanza de la vacuna

Desde que comenzó la pandemia de COVID-19 nos han estado repitiendo que la vacunación era la solución a todo aquello que estábamos viviendo. Esta pandemia ha puesto a prueba la salud mental de toda la población: nos ha tenido confinados en casa encerrados sin poder ver a nuestros seres queridos, padeciendo un gran temor a la enfermedad y a sus consecuencias, en nosotros y en nuestros seres queridos y ha generado un impacto traumático que se está manifestando en forma de diferentes afecciones cada vez más presentes en el día a día de las consultas de psicología.

La vacunación ha sido, como decía, el faro que iluminaba el camino a seguir, la luz que marcaba el destino hacia el que debíamos dirigirnos. Por eso, las opiniones de algunas celebridades cómo Miguel Bosé fueron tan mal recibidas socialmente ¿Cómo era posible que algunas personas  famosas alzasen su voz argumentando extrañas teorías de la conspiración y poniendo en riesgo el proceso de vacunación que todos ansiabamos?

Se generó a raíz de estas declaraciones un importante linchamiento y aquellos que siguieron su estela fueron igualmente condenados en la plaza pública de la televisión y de las redes sociales.

Hace un mes me vacuné con la primera dosis de AstraZeneca. Como profesional sanitario tuve la suerte de poder ser incluido en la lista de aquellos que podían vacunarse  en las primeras fases. El día después de ponerme la vacuna la noticia saltó a los medios; determinados gobiernos estaban investigando a AstraZeneca y la relación de su vacuna con posibles trombos. Unos días después se suspendió la vacunación con AstraZeneca. Apenas una semana después se levantó la suspensión y era posible volver a vacunarse con ella. Un breve tiempo después esta vacuna fue finalmente aceptada para personas en un rango de edad entre 55 y 65 años (anteriormente solo los menores de 55 años podían acceder a ella). Finalmente nos encontramos con que AstraZeneca se pondrá a los mayores de 60 y no a los más jóvenes.

Esta semana multitud de personas que debían vacunarse no han acudido y se han alzado nuevamente voces airadas que les acusan de irresponsables y de ignorantes. ¿Es acaso casualidad que esto ocurra?

La reponsabilidad de los Medios y Políticos

Sin duda tendrán que pasar unos años hasta que podamos reflexionar en profundidad sobre la responsabilidad de los dirigentes políticos que alteran la normativa de la vacunación de una semana para otra, que lanzan mensajes constantemente contradictorios y que luego demandan fe absoluta del ciudadano. Otra cuestión que deberá analizarse dentro de un tiempo es la responsabilidad de los medios de comunicación durante la pandemia que han infundido terror constantemente avisando de múltiples variables del virus a las que se han referido en algunos casos como “el diablo” y lanzando en los telediarios al mismo tiempo el mensaje de que la vacuna de AstraZeneca ocasiona trombos y de qué es muy seguro vacunarse.

Yo no soy virólogo ni político. Desconozco la idoneidad de la vacuna que me han puesto y desconozco el daño y los efectos secundarios que esta puede o no puede causar. Ignoro los entresijos del conflicto político entre el Reino Unido de la Gran Bretaña y la Unión Europea tras el Brexit, así como las consecuencias que esto ha tenido en la negociación con la farmacéutica y la distribución de las vacunas. De lo que sí soy consciente porque tengo que verlo, por desgracia, a diario es del efecto nefasto que estos mensajes contradictorios están teniendo en las personas que llevan un año sometidas a la dictadura del virus. La salud mental, como siempre y por desgracia, vuelve a ser la última prioridad en la lista.

Yo, si me lo permiten, acudiré a mi cita en mayo para ponerme la segunda dosis de la vacuna, pero no osaré juzgar a aquel que tenga miedo de hacerlo, ni al que construya en su mente una conspiración para explicarse esta confusa realidad. Empaticemos con la confusión y con el miedo y exijamos responsabilidades a aquellos que los generan.

Se está exigiendo a la población un acto de fe. Con el año que llevamos igual es mucho pedir.

Enrique Schiaffino

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